sábado, 19 de octubre de 2013

Alfred Wegener

de nuevo, Alfred Lothar Wegener
Decían sus críticos que la hipótesis era audaz, espectacular, imaginativa … y errónea. Decían también que parecía estar escrita más por un abogado que por un investigador imparcial y además que no era científica.

Me refiero la deriva continental de Alfred Lothar Wegener. Proponía la curiosa idea que a lo largo de muchos millones de años la forma de la superficie de la Tierra ha cambiado experimentando una espectacular transformación a medida que los continentes se desplazaban.

Antes de nada, he de poneros en precedentes. Durante una buena parte de los siglos XVII y XVIII la geología estaba dominada por la idea del Diluvio Bíblico como fuerza principal de formación de la superficie de la Tierra.

La idea que los continentes no han estado siempre en el mismo sitio viene de lejos. Ya en 1620 el filósofo francés Francis Bacon llamó la atención que América del Sur y África encajaban perfectamente. Cien años después, Alexander von Humboldt afirmaba que el Viejo y el Nuevo Mundo se habían separado debido a los efectos de las aguas caídas en el Diluvio Universal que circulando de Norte a Sur habían excavado el Atlántico. Se creía que los cambios en otras épocas habían sido súbitos y radicales y que una vez se hubieron dado permanecieron hasta nuestra época actual. En 1858 Antonio Snider-Pellegrini habló por primera vez de un súpercontinente antes de la apertura del Atlántico, explicando así los similares fósiles en Europa y Norteamérica.

Y aquí entra en acción nuestro héroe de hoy: Wegener. Fue uno de esos científicos-exploradores que dominaron la exploración polar a principios del siglo XX. Nació en Berlín, en 1880. Inicialmente se propuso estudiar astronomía, pero tan pronto como obtuvo el título de doctor, decidió abandonarla y dedicarse a la meteorología que era una ciencia nueva de la época. No contento con estudiar el tiempo desde el suelo, en abril de 1906 él y su hermano Kurt batieron el récord mundial de vuelo de larga duración en un globo aerostático libre: 52 horas a través de Alemania, Dinamarca, el Kattegat (brazo de mar que separa Dinamarca y Suecia) y vuelta a Alemania. Tenía por entonces 26 años.

En 1911 curioseaba por la biblioteca de la Universidad de Marburg y leyó un artículo que listaba fósiles de plantas y animales idénticos encontrados en orillas opuestas del Atlántico y quedó prendado por las coincidencias encontradas. Con sus mismas palabras:

“Es como si fuéramos a restaurar los fragmentos rotos de un periódico haciendo que sus bordes concordaran y después comprobáramos si las líneas de la imprenta se extienden a través de los bordes sin fisuras. Si lo hacen, no nos queda más remedio que llegar a la conclusión de que realmente los fragmentos estuvieron juntos de esta manera”.

Pero los parecidos fósiles no fueron más que el principio. Vio que la composición geológica de los montes Apalaches del Este de Norteamérica se correspondían con la de las tierras altas de Escocia, mientras que los estratos rocosos del sistema del Karoo en Sudáfrica eran idénticos a los del sistema de Santa Catarina en Brasil.

Tenía, por otro lado, muchos indicios de que había habido grandes cambios climáticos en algunas zonas, lo que suponía que masas de tierra con climas hoy muy diferentes podían haber estado juntas en el pasado. Por ejemplo, en la isla ártica de Spitsbergen se habían encontrado fósiles de plantas tropicales. ¿Cómo podían haber llegado allí? El descubrimiento de carbón en la Antártida confirmaba que esa región tenía que haber sido tropical tiempo atrás.

Pero también hizo otras observaciones. Descubrió relaciones sorprendentemente próximas en especies que actualmente se hallan ampliamente separadas. Los lémures (los primates más primitivos) se encontraban únicamente en África Oriental y en la isla de Madagascar. Siguiendo la misma pauta, el hipopótamo también podíamos encontrarlo en África y Madagascar. Si se suponía que los animales habían evolucionado en el continente, ¿cómo podían haber nadado 450 km de mar abierto para alcanzar Madagascar?

Fijaos qué montón de evidencias. Por un lado las pruebas fósiles, por otro las pruebas geológicas, por otro las especies y por otro los cambios climáticos. Todo encajaría a la perfección si de alguna manera los continentes hubieran estado alguna vez juntos y se hubieran separado gradualmente a lo largo de cientos de millones de años.

En 1912 dio una conferencia en la Asociación Geológica de Frankfurt y propuso la idea del “desplazamiento continental” que sería conocida más tarde como “deriva continental”.

Pero estalló la Primera Guerra Mundial en la que tuvo que participar. Fue herido dos veces, en el brazo y en el cuello. Sin nada más que hacer en el hospital continuó su investigación que culminaría en 1915 con su obra “The Origin of Continents and Oceans”. En ella proponía que hace unos 300 millones de años existía un sólo continente llamado Pangea que se resquebrajó y desde entonces unos pedazos se han estado alejando de otros.

Decía que la cordillera centrooceánica estaba compuesta por material continental y se quedó atrás cuando los continentes se separaron. Propuso una tierra llamada Lemuria que contenía la India, Madagascar y África y ello explicaría la existencia en esos lugares de los lémures y los hipopótamos.

Los continentes, decía, eran como grandes barcazas que se levantaban y hundían en función de su flotabilidad. El fondo de los océanos debía estar hecho de un material diferente, pues tendría que ser más denso que las rocas continentales. Lo malo es que no había medios en aquella época para observar los fondos marinos.

Por supuesto, todo esto iba en contra de las creencias de la época y la respuesta a todo esto fue hostil. Nadie le apoyó. Pero tampoco quiero que penséis que los que estuvieron en contra no eran científicos. La teoría estaba muy bien, pero si no se averiguaba el mecanismo que hacía moverse los continentes unos respecto otros, no se podía sostener de ninguna manera. Por otro lado, en un aspecto menos científico, Wegener no era precisamente el hombre que los biólogos querían tener como estandarte. Sus ideas radicales ponían en entredicho las bases de la disciplina. Ya habría sido doloroso procediendo de un geólogo, pero es que encima, no tenía historial en geología. Era meteorólogo, ¡Dios santo!: un hombre del tiempo … y encima alemán … Con esos terribles defectos no podían aceptar de ninguna manera sus argumentaciones.

El geólogo Chester R. Longwell dijo: “Sabemos muy poco acerca de la Tierra y su historia para permitirnos estas opiniones finales”. Aunque no descartó del todo la teoría dijo: “Para mí, la idea de continentes en movimiento es una hipótesis y como tal debe ser un blanco expuesto al fuego despiadado de la búsqueda de pruebas y del análisis crítico”.

Eso es una lección de método científico. Más de uno debería tomar nota.

Los ataques más fuertes a la teoría los sufrió en 1926 en un congreso de la Asociación Americana de Geólogos del Petróleo, donde Wegener fue denunciado con tales términos que un escritor lo calificó de “emboscada” más que de seminario científico. En esa reunión se llegó a decir que “Si aceptamos la hipótesis de Wegener, ya podemos tirar a la basura todos los conocimientos que hemos estado enseñando durante los últimos 70 años y empezar de nuevo”. Pero nuestro héroe permaneció impertérrito.

En 1930, durante una expedición a Groenlandia, el día de su 50 cumpleaños, abandonó solo el campamento para localizar un lanzamiento de suministros. Nunca regresó. Le encontraron muerto unos cuantos días después, congelado en el hielo. Le enterraron allí mismo y todavía sigue allí, bueno, eso no es exacto: está un metro más cerca del continente americano que el día que murió (gracias a la deriva continental, claro está).

Cometió errores, por supuesto. Afirmó, por ejemplo, que Groenlandia se estaba desplazando hacia el oeste a razón de 1,6 km por año. Hoy día sabemos que el desplazamiento se aproxima más a 1 cm; pero lo importante fue la revolucionaria idea que aportó a la ciencia.

Hacia 1950 se empezó a explorar de forma intensificada la corteza terrestre y a partir de la década de 1960 casi todos los geólogos aceptaban una versión modificada de la deriva continental. Aun así, todavía en 1964 la Enciclopedia Británica analizó diferentes teorías diciendo de la de Wegener que tenía “numerosos y graves problemas teóricos”. Más tarde se encontraron pruebas que cuanto más lejos se esté de una dorsal oceánica más antiguos son los sedimentos que contiene y hoy es posible incluso medir la velocidad relativa de las placas con una precisión extrema utilizando los satélites.

Hicieron falta, por tanto, que pasaran 30 años después de su muerte para disponer de las pruebas que confirmaban sus hipótesis. Si Wegener hubiera vivido hasta los 80 años habría visto cómo su tesis tan atacada era entonces aceptada y aclamada por la colectividad científica.

Como dice este artículo (que, por supuesto, recomiendo leer):

La lección más importante que se extrae de toda esta historia, es que se pudo llegar a la explicación de todas las evidencias que sugerían la deriva continental mediante la integración de datos de distintas disciplinas. La teoría de la Tectónica de Placas es una teoría global. Y como tal nace de la sintetización de datos procedentes de todas las partes del globo; datos, además, de todos los tipos. Su aceptación nace como consecuencia de la fusión de disciplinas hasta entonces separadas (como la Geología, Geofísica y la Oceanografía). Y su desarrollo procede de la introducción de datos provenientes de la Geoquímica, Petrología y del empleo de los ordenadores.

En alguna ocasión que no logro recordar, oí una frase que decía que un genio no es una persona que encuentra algo que ha estado oculto, sino una persona que encuentra lo evidente que todos hemos tenido delante pero no nos hemos sabido dar cuenta. En este sentido, Wegener fue un genio.

En este sentido, Wegener está a la altura intelectual de otros grandes de la ciencia. Así como la biología tuvo a Darwin; la Física tuvo sus Galileo, Newton, Einstein; las Ciencias de la Tierra han tenido a Wegener.

Una enseñanza importante: la multidisciplinaridad como clave en la ciencia. Cualidad que tenía en su haber Alfred Wegener.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
ir arriba