miércoles, 27 de febrero de 2013

Rosalind Franklin

Rosalind Franklin

Rosalind Franklin, nació en Londres en 1920, de una dinastía judía de banqueros con sentimientos humanistas, que estaban orgullosos por ser descendientes del Rey David, en la segunda guerra mundial ayudaron a los judíos a huir de la Alemania nazi, sus padres y tías lucharon por los derechos de la mujer y los trabajadores. Su padre despreciaba la ortodoxia judía liberal, su madre esperaba que sus hijos siguieran los rituales y obligaciones de su fe, entre las que incluía “casarse con creyentes judíos.” (Rosalind nunca se casó).

A los quince años, era una apasionada astrónoma y decidió convertirse en científica, su padre no aprobaba que las mujeres fueran a la Universidad y se negó a pagar sus estudios. Una tía feminista se responsabilizo de pagarlos. Más tarde su padre reaccionó y aceptó los deseos de su hija. Ella le escribió, en 1940: “la ciencia y la vida diaria no pueden ni deben ser separadas. La ciencia, para mí, provee una explicación parcial de la vida. Hasta donde puedo observar, está basada en los hechos, la experiencia y el experimento”.

Se doctoró en Química física en 1945. Estudió las técnicas de difracción de los rayos X durante tres años en el Laboratorio Central de los Servicios Técnicos del Estado, en París, ciudad en la que pasó los años más felices de su vida. Cuando regresó a Inglaterra comenzó a trabajar como investigadora asociada en el laboratorio de John Randall (premio Nóbel) en el King’s College de Londres.

Cuando residió en Cambridge en 1938, se unió a la Sociedad Judía, solo para complacer a su abuelo. Era apasionada en su trabajo de ciencia, la física, la química y la cristalografía. Cuando, con el inicio de la guerra, su padre sugirió alguna forma de trabajo de la tierra, ella lo rechazó de plano. Ellis Franklin, reconocía la voluntad de su hija en hacer de la ciencia su religión. Rosalind dio razón a su padre y le envió una declaración elocuente para una joven mujer científica:

"Es evidente que mi método de pensamiento y de razonamiento está influenciado por una formación científica, si así no fuera mi formación habría sido un derroche y un fracaso. Censuramos a la ciencia como capaz de desmoralizar a la invención del hombre, algo aparte de la vida real, y que deben ser cuidadosamente vigilado y separarse de la existencia.

Pero la ciencia y la vida cotidiana no pueden ni deben separarse. Ciencia da una explicación parcial a mi vida. En la medida en que se basa en el hecho, la experiencia y el experimento. Sus teorías son los que usted y mucha gente encuentra más fácil y agradable de creer, pero en lo que puedo ver, no tienen otro fundamento que conducir a una visión más agradable y una idea exagerada de nuestra propia importancia.

Estoy de acuerdo en que la fe es esencial para el éxito en la vida, pero no acepto su definición de la fe, es decir la creencia en la vida después de la muerte. En mi opinión, todo lo que es necesario en fe es la creencia de que, haciendo lo mejor que se acercara al éxito y que el éxito de nuestros objetivos (mejora de la suerte de la humanidad, presente y futuro) merece la pena alcanzar. Cualquier persona capaz de creer en la religión todo lo que implica, obviamente debe tener una fe tan grande, pero yo sostengo que la fe en este mundo es perfectamente posible sin la fe en otro mundo.

Se me acaba de ocurrir que puedo plantear la cuestión de un creador. Un creador de qué? No veo ninguna razón para creer que un creador de protoplasma o materia primordial, si la hay, tiene alguna razón de ser interesados en nuestra carrera insignificante en un pequeño rincón del universo, y menos aún en nosotros, como individuos todavía más insignificante. Una vez más, no veo ninguna razón por la cual la creencia de que somos insignificantes o fortuitos debería disminuir nuestra fe – como lo he definido”.


En 1947, trabajó en Paris como físico-químico en análisis de cristales. Le gustaba la camaradería del laboratorio y los almuerzos con debates en el Café Solange, donde comenzó a ganarse reputación internacional. En marzo de 1950, ganó una beca para trabajar en King’s College de Londres. Donde se encontró trabajando en el análisis de Rayos X , la estructura de la molécula de ADN, que se ha identificado recientemente como “la molécula de la vida”, el mensajero que transporta información genética en la reproducción de las células viejas a las nuevas.

Con la ayuda de su asistente, tuvo resultados notables, tomó imágenes nítidas que nadie había visto antes: obtuvo una fotografía de difracción de rayos X que mostraba claramente la estructura helicoidal de la molécula de ADN. Esta imagen es “la fotografía 51”, había dos formas de ADN, y los intentos anteriores para cartografiar la estructura había confundido los dos. Ella también trabajó con las radiografías que estaba dotada para tomar, las dimensiones de la celda unidad – el bloque básico de construcción – de ADN.


Los datos aportados por Rosalind fueron determinantes para la investigación de sus compañeros investigadores Watson y Crick quienes en un mes elaboraron un modelo para la estructura del ADN sin contar con Rosalind. Ella no tenia buena relación por ser mujer, en aquella época las mujeres no podían tomar café en las cafeterías del King’s Collage, reservadas a hombres, en su entorno era considerada como mujer “conflictiva”. Cuando Watson, Crick y Wilkins obtuvieron el premio Nóbel en 1962 por el descubrimiento de la estructura de la molécula de ADN, Rosalind fue ignorada. Watson, en su libro “La doble hélice” se burla de ella, aunque más tarde reconoció que estaba equivocado.

Tenía treinta y ocho años cuando la madre de la genética murió en 1958 de cáncer en el ovario, supuestamente por exceso de radicación que recibía en la investigación con Rayos X. Los homenajes al trabajo de Franklin llegaron muy tarde. Irónicamente, la Universidad de King, el lugar donde Rosalind pasó sus peores momentos, le ha dedicado un edificio a la científica. Se llama Franklin-Wilkins, en honor a la “pareja-desparejada”.

El genoma de los humanos, está integrado por unos 25.000 genes agrupados en 24 cromosomas, contienen la información necesaria para la expresión de todas las proteínas del ser humano. La relación entre un gen y la proteína a la que éste da lugar viene determinada por una regla denominada código genético. Según esta norma, tres nucleótidos dan lugar a un aminoácido –unidad estructural de la proteína-. Así pues el código genético se convierte en una especie de diccionario que establece una equivalencia entre las bases que forman el ADN y las proteínas.
Rosalind Franklin no llegó a conocer el código genético, su prematura muerte le impidio conocer la fascinante lectura del ADN. Hoy el mundo de la biología molecular le debe, el honor del recuerdo. Porque la historia se escribe con fragmentos de vidas como la suya y de retos imposibles como el que le tocó asumir.


En la comunidad científica Rosalind fue apreciada por su capacidad de producir radiografías con una precisión exquisita, pero en el resto del mundo era desconocida. Su amiga Anne Sayre en 1975, publicó la biografía de Franklin, demostrando al mundo que su trabajo fue crucial para establecer la estructura del ADN. La científica estuvo frenada por sus colegas masculinos. “En reconocimiento a su papel fundamental en uno de los descubrimientos científicos más importantes del siglo se ha convertido en celebridad en la causa feminista”.


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